Se acerca otro 17 de octubre y, como peronista, no quiero dejar pasar la oportunidad de contar qué significa para mí, en el 2020, esta fecha histórica.
Para empezar, creo que es momento de ampliar el concepto de lealtad. En la era de las redes sociales, la híperconectividad y el empoderamiento ciudadano, estoy convencido que la fidelidad es con todos los argentinos, más allá del credo ideológico de cada uno. Sí, es tiempo de animarnos a extender el “nosotros”. En esta coyuntura tan compleja como inédita, hay que levantar la celeste y blanca sobre cualquier bandera partidaria.
Ahora, ¿qué necesitamos para ser leales al pueblo argentino? Sin duda, sentido común. Ocuparnos de los problemas de la mayoría, no de la minoría. Ir hacia el centro del espectro ideológico, donde están los temores y las esperanzas de los trabajadores, la clase media, las PYMES, las familias y los desocupados. Sentido común es que el Estado empiece por los que menos tienen, que los únicos privilegiados sean los niños y los jubilados.
La vocación de diálogo es otra virtud a tener en cuenta; entre amigos y entre desconocidos, entre locales y extranjeros, entre peronistas y no peronistas, solo así podremos encontrarnos con el que siente distinto, superarnos y, realmente, transformarle la vida a la gente. Como dice nuestro Papa Francisco en su última encíclica, Fratelli Tutti, hay que desarrollar la “fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona” sin importar su geografía o su pensamiento. Tenemos el deber de entender a la diversidad como un atributo, no como un obstáculo.
Y, en relación a lo anterior, ser capaces de forjar consensos duraderos. Traducir el intercambio de palabras en acuerdos y políticas públicas que sean sostenibles en el tiempo. De lo contrario, solo quedarán fotografías superficiales o comisiones vacías de sentido. Hay que pasar de los simbólico a los hechos. No pensar en las próximas elecciones, sino en las próximas generaciones. Patear el tablero es fácil, lo difícil es negociar. Ahí, en los matices y los pliegos de la realidad, crecen los Dirigentes con mayúscula.
“Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, dijo Juan Domingo Perón cuando regresó al país, en 1973. Este 17 de octubre, tenemos la tarea de convertir ese aforismo en una consigna nacional, que no distinga partidos ni ideologías.